Los bogotanos no nos damos cuenta de que la
ciudad huele a hidrocarburos debido a la mala calidad del
parque automotor pero de noche en muchos sitios podemos disfrutar del olor que emana el árbol
Caballero de la Noche. Las ciudades del Pacífico, como Buenaventura y Quibdó,
huelen fuertemente a humedad. Moniquirá,
Vélez y esa zona huele a guayaba y bocadillo.
Ciudad de México en algunos sitios tiene olor a albañal pero
en la mayoría de lugares huele a tortilla. El Bosque de Chapultepec tiene un sitio llamado el Jardín Sensitivo,
allí las personas ciegas o con deficiencias visuales pueden caminar y disfrutar
de los olores de los arboles aromáticos especialmente plantados para ello. En términos
generales si me preguntan por el olor de México respondo: huele a tortilla.
Los cascos históricos de Quito y La Paz tienen los olores de
los ingredientes que utilizan en las comidas, poco agradables para mi gusto.
La Habana tiene su olor, se siente una vez se va del
Aeropuerto José Martí por la Avenida
Rancho Boyeros hacia el centro, es un olor especial, que no puedo describir y
me gusta, quizás por la alegría de llegar a esa ciudad. Sin embargo, en algunas zonas de los municipios (localidades para nosotros) de
la Habana del Este y Regla se sufre por el olor característico de hidrocarburo que emana la Refinería Ñico López. Ese olor “forma parte del paisaje”. Si se camina al
mediodía por los barrios habaneros huele
a picadillo.
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